Con una vida serena, como la de
cualquier familia de ¨clase media¨ normal y de formación cristiana, a mis 16
años un evento accidental me puso al borde de la existencia. Comencé desde allí
a tratar de encontrarle respuestas al sentido de una vida que podría perder…
Diez años de desorientación
interior, como casi cualquier adolescente, ampliado por aquella experiencia
límite, sumó mis dificultades de serenidad y relaciones cotidianas con otros…,
porque, ¿quién habría vivido algo parecido para poder compartir algo tan fuerte
y a la vez extraño?
A mis 26 años me tendió su mano un
amigo quien me ayudó a ordenarme. Gracias a ello, a mis 30, formamos con P. un matrimonio y una familia
con cuatro hijos. En paz y amor transcurrieron 34 años, hasta hoy.
Pero una búsqueda inquieta me llevó
a leer y releer decenas de veces libros como la Biblia, el Corán, el Bhagavad
Guita, el Tao Te Ching, los libros de Confucio, Los cuatro pilares de la
sabiduría de Buda, junto con la Historia de la Filosofía occidental. Me sentí
deslumbrado con Sócrates, Platón Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel… asombrado
también por los logros de la Metafísica Aristotélico-tomista…
Todos ellos enriquecieron mi
espíritu y valoré mucho a maestros como Jesús, Mahoma, Lao Tsé, Confucio, Buda
y otros actuales como Gandhi, Mandela, Krisnamurty, Teresa de Calcuta, el Dalai
Lama tibetano y otros más…
Sin perderme entre las enseñanzas
de tan buenos maestros, pude ir
elaborando varias reflexiones plasmadas en papel y ahora compartidas,
espontáneamente en verso libre.
Aquí presento algunas de ellas
escritas desde 2012-2017. Pero esa búsqueda data desde mis 16 años (1970). Y ya
en 1971 decía:
“Cuando
mi espíritu se sosiega
y mi
alma muere al tiempo,
conozco
la paz!”
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